(Actualización 09/2016 – Recientemente nos hemos enterado de que este local ha cerrado sus puertas, en parte debido a la oleada de robos que se localizan en la zona de O Burgo. Sirva esta nota para mostrar nuestra repulsa por estos hechos, y de llamada de atención para que las fuerzas del orden atajen estos actos a la mayor brevedad posible. Y mucho ánimo a los antiguos propietarios para sus nuevos proyectos).
Hoy vamos a hablar del original menú del día que hemos podido probar en el Zero Bar, en Culleredo (A Coruña).
Muchas veces uno tiene la idea preconcebida de que si se quiere algo bueno y diferente hay que pagar por ello, y cuesta mucho quitarse esa idea de la cabeza. Cuando se va a comer de menú, lo primero que se le viene a uno a la cabeza es una ensalada y un filete con patatas, o algún plato del estilo, que (¡ojo!) puede estar muy bueno pero no se sale de unos parámetros bastante fijos.
Por eso, cuando uno se encuentra un menú del día asequible, original, y que encima está bueno, la alegría es doble (o triple).
Como decíamos al principio del texto, vamos a hablar del menú del día del Zero Bar, que se encuentra en la Avda. Juan Carlos I 4, en el Paseo de O Burgo, en Culleredo.
En los mapas de Google Street View (que ya podrían ir actualizando) el local aún figura con su antiguo nombre, Aladroque, aunque ya lleva abierto como Zero Bar más de dos años y medio y se ha hecho con una buena reputación en la zona, como demuestra que cualquier día de la semana tenga una buena afluencia de público a la hora de las comidas.
El local tiene un buen tamaño, con una barra larga y unas 10-12 mesas, alguna de ellas altas con taburetes, algo que personalmente no me hace mucha ilusión, especialmente para comer. La decoración está cuidada, y la amplia cristalera con vistas a la Ría del Burgo (aunque con una pista deportiva por medio) ilumina todo el espacio volviéndolo más agradable a la vista (se non chove…).
En esta entrada no vamos a hablar de la comida a la carta, sino del menú del día que pudimos probar hace unos días. Era éste:
Por si no se lee bien, transcribo:
- Primeros
- Tosta de sardinillas sobre crema de rúcula
- Mozzarella rellena de apio y salmón con perlas de algas negras
- Chorizos gallegos a la sidra
- Dúo de sushi de huevo y alga nori con mango y membrillo
- Segundos
- Pescado según lonja (Bertorella creo recordar)
- Brochetas de cerdo marinado con patatas
- Biquini de espárragos con jamón serrano y albahaca
- Arroz con pollo (debe ser homenaje a mi amigo Julio)
- Postre
- Tarta de queso al horno con mermelada
- Crema de mango con crujiente de chocolate
- Macedonia de frutas tropicales
Además de la variedad de platos (por estas tierras lo más habitual en cuanto a menú del día es ver tres primeros y tres segundos) sorprende la originalidad de muchos de ellos. Francamente, salvo el pescado y el arroz con pollo, el resto de platos se salen bastante de lo que se suele ver en las pizarras a la puerta de los restaurantes cuando uno va por la calle a la hora de comer (de hecho, para algunos de estos platos habría que comprar una pizarra adicional).
También nos sorprendió el tema de la bebida. Pedimos vino (algo que suele estar incluido en el menú, que suele ser el tinto de la casa), pero en este caso nos dieron a elegir tinto o blanco, y cuando elegimos tinto, pudimos elegir entre un Rioja, un Mencía y un Ribera.
Aunque nos habría apetecido probar varios platos (especialmente de entre los primeros) finalmente tuvimos que elegir, así que empezamos por el Dúo de sushi de huevo y alga nori con mango y membrillo.
En realidad se trataba de un falso sushi, porque como ya nos comentó la camarera, no llevaba pescado. Pero nos pareció original la presentación, con tres rollitos hechos con tortilla francesa, y de sabor estaba bueno, con su wasabi (poco picante) y salsa de soja. Quizá no le habría venido mal un poco más de mango/membrillo, porque su sabor quedaba bastante oculto con las salsas, pero en conjunto estaba rico.
El segundo plato que escogimos fue el Biquini de espárragos con jamón serrano y albahaca. No lo pude evitar. Mi reino por una ramita de albahaca.
No tenía demasiado claro lo que me iba a encontrar cuando pedí este plato, pero la sorpresa fue positiva. Dos rebanadas de pan tostado entre las que se encontraba una capa de crema de albahaca muy suave (para mi desgracia, aunque supongo que mejor para el resto del mundo), una loncha de jamón serrano y unos espárragos trigueros hechos a la plancha.
Creo que fue un acierto la cantidad de salsa que llevaba, porque si la cantidad fuese mayor el pan se ablandaría y si fuese menos, apenas se notaría. Aunque los trigueros estaban un pelín duros (algo bastante habitual cuando uno se los encuentra delante), la mezcla de ingredientes estaba muy equilibrada, bien de textura y lo de comerlo con las manos le daba un toque simpático. Bien.
De cantidades, habrá a quien le parezca que iba un poco justo, aunque no es mi caso.
Por último, de postre pedimos Crema de pistacho con crujiente de chocolate. Una especie de milhoja con tres capas de cada cosa. Bastante negro el chocolate, lo que le quitaba protagonismo al pistacho, pero de nuevo el postre era algo distinto a lo habitual y estaba bastante bueno.
Todo esto por la escalofriante cantidad de 9 euros. Francamente, me parece que por ese precio no se puede pedir mucho más. Habíamos estado en el Zero Bar una ocasión anterior y no nos habíamos quedado con tan buena sensación (sin estar mal ni mucho menos), así que tendremos que volver una tercera para desempatar.
Ata máis comer!
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